Andrea y Jay nunca se imaginaron que estarían en una situación como esta: orando para que el corazón de su hija deje de latir antes de que Andrea termine desarrollando una infección letal.
La pareja estadounidense estaba de vacaciones en Malta cuando Andrea Prudente, con 16 semanas de embarazo, comenzó a perder sangre. Los médicos le dijeron que la placenta se había desprendido parcialmente y que su embarazo ya no era viable.
Pero el corazón del bebé aún latía, y en Malta esto quiere decir que, por ley, los médicos no pueden poner fin al embarazo.
Durante una semana, la pareja ha permanecido a la espera, encerrada en una habitación de hospital.
“Aquí estamos sentados creyendo que si comienza el parto, el hospital se activará. Si el corazón del bebé para, nos ayudan con eso. Pero más allá de eso, no harán nada”, me dice Jay Weeldreyer por teléfono.
Su voz está cansada y enojada. Le preocupa que la condición de Andrea pueda cambiar rápidamente y en cualquier momento.
“Con la hemorragia y la separación de la placenta del útero, con la membrana totalmente rota y el cordón umbilical del bebé sobresaliendo de su cérvix, Andrea está en un riesgo altísimo de infección y todo se podría prevenir”, dice.
“El bebé no puede sobrevivir, no hay nada que se pueda hacer para cambiar eso. La queríamos, aún la queremos, la amamos, quisiéramos que sobreviviera, pero no lo va a hacer. Y no solo estamos en un punto en el que estamos perdiendo a una hija a la que queríamos, sino que el hospital está prolongando la exposición de Andrea a riesgos”, agrega.
Su única esperanza es una evacuación de emergencia al Reino Unido pagada por su seguro de viajes.
En 2017, otra turista tuvo que ser evacuada a Francia para tener un aborto de emergencia. Pero esto no es una opción para las mujeres en Malta.
Nota Completa en:
https://www.bbc.com/mundo/noticias-61890359
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