Desde finales de julio de 2022 enormes cantidades de peces muertos flotan en las aguas del río fronterizo entre Alemania y Polonia. A diario, voluntarios sacan decenas de miles de bremas, carpas, rutilos y peces gato sin vida del Oder. Tan solo del lado polaco, hasta ahora, se han recogido 100 toneladas.
Aún se sigue especulando sobre las causas del desastre. Al principio, se pensó que un alto contenido de mercurio había causado la muerte de los animales. Sin embargo, tras desecharse esta teoría, ahora se baraja la posibilidad de que la propagación de algas, que con las altas temperaturas y los bajos niveles del agua producen sustancias tóxicas, puede estar relacionada con la muerte.
El 18 de agosto de 2022, la ministra polaca de Medio Ambiente, Anna Moskwa, tuiteó que se había comprobado la existencia de algas doradas en pruebas del agua del río Oder. Estas algas pueden producir venenos que matan a peces y conchas, pero no son dañinas para el ser humano.
Poco antes, el Instituto Leibniz para Ecología de Agua Dulce y Pesca Continental (IGB, por sus siglas en alemán), en Berlín, también había informado de la presencia “masiva” de la especie de alga Prymnesium parvum en muestras del Oder. Al respecto, el IGB subrayó que, en caso de que se confirme esta suposición, no se trata de un fenómeno natural, sino de “un problema causado definitivamente por los humanos”.
Se temen más catástrofes
Defensores del medio ambiente de Polonia critican la mala gestión del río. En entrevista con DW, Piotr Nieznanski, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), explica que las algas normalmente se reproducen en aguas saladas. Las minas de Silesia y de la región de Glogow, agrega, vierten grandes cantidades de agua salada en el río Oder.
“La muerte de peces es una señal de alarma para toda Europa, que debe repensar su gestión de los ríos”, subraya el experto de WWF. En muchos países europeos, este año los períodos de sequía han debilitado notablemente a los ecosistemas fluviales: “Cambios en los parámetros del agua, que, en parte, se deben a que nadie controla qué se vierte en los ríos, pueden llevar a más catástrofes, iguales o peores que la que se está viviendo en el Oder”, dice Nieznanski.
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